domingo, diciembre 15, 2024
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Seguridad y justicia

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Llegó el momento de revisar para transformar hacia la excelencia esa labor de impartir justicia, que para cualquier sociedad es sublime

La crisis que vive Venezuela se manifiesta no solo en los problemas de desabastecimiento y de precariedad en la prestación de servicios públicos. La inseguridad se ha convertido en un asunto que ha vuelto nuestra vida una permanente zozobra y desesperación. 

Desde mi perspectiva, dos palabras son claves para abordar este tema que nos preocupa a todos: Prevención y castigo. La prevención es un asunto que involucra a la familia, a los vecinos, a la escuela, a la sociedad y al Estado. Todos tenemos una gran responsabilidad en ella. Y aquí me centro en la necesaria atención a los más indefensos de toda esta realidad: los niños y los jóvenes. Si no atendemos a nuestros hijos, no podemos luego responder por la persona que le entregamos a la sociedad. 

El castigo también es prevención. Siempre he sido partidario de que todos nos responsabilicemos por nuestras faltas por muy pequeñas que estas sean. Pero eso no pasa. La impunidad está haciendo un profundo daño a la sociedad venezolana. En Venezuela la vida no vale nada. Y esa responsabilidad debe asumirla el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo que controla a los anteriores y que, además, no cumple con su responsabilidad en materia de prevención y de actuación de los organismos de seguridad bajo su cargo. Simón Bolívar lo dijo claramente: “La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos”. 

La justicia venezolana está enferma. La Constitución expresa claramente cómo debe funcionar, pero todos sabemos que lo que allí está simplemente no se cumple. Tenemos que cambiar el sistema de justicia en Venezuela. Llegó el momento de revisar para transformar hacia la excelencia esa labor de impartir justicia, que para cualquier sociedad es sublime, pero para quienes disponen arbitrariamente del poder en Venezuela no es más que el escudo que los libera temporalmente de su obligación de rendir cuentas a Dios, a su consciencia y a todo un pueblo. 

Que ningún delito ni falta quede impune en nuestro país. Que tengamos una adecuada selección de jueces y que los trabajadores de la justicia sean reivindicados en su estabilidad y bienestar, que todos podamos acceder a la justicia con la convicción de que podemos confiar en que el juez va a decidir ajustado a derecho. Un país puede tener grandes edificaciones y obras, puede tener mucha prosperidad económica, pero si no tiene justicia, necesita empezar de nuevo. 

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