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Pareciera ser una contradicción la celebración nacional, festiva, del 19 de abril de 1810. La inmensa mayoría de los venezolanos, y también buena parte de nuestro liderazgo político, el mismo que se jacta de su condición humilde para justificar grandes lagunas culturales, desconoce el significado histórico de esa “patriótica” fecha.
El 19 de abril es la continuación de la Conjura de los Mantuanos, intento fallido del año 1808, de parte de los mantuanos ricos para compartir el poder con las autoridades peninsulares de ese entonces en la Provincia de Caracas. 1808 es un año clave. Francia y Napoleón Bonaparte invaden a España y deponen a Carlos IV, el llamado rey cornudo. Su hijo y heredero al trono era Fernando VII, otro monarca lento y estúpido, prisionero de una genética dañada por tantas taras acumuladas producto de una endogamia feroz.
Ante la invasión del corso sarnoso, así lo llamó Álvaro Mutis (1923-2013), los reyes españoles dieron muestras de gran cobardía y fue el pueblo hispánico el que se levantó en armas para resistir al invasor. ¿Cómo vencer al ejército regular más victorioso de toda Europa en ese momento? Los hijos del Quijote apelaron a la táctica guerrillera y dieron muestras de un gran pundonor y heroicidad. Los criollos americanos no se mantuvieron indiferentes a esta épica y de inmediato se solidarizaron con la causa del hermano metropolitano. El acopio de recursos fue generoso y su traslado inmediato por el inmenso océano.
Como la guerra de resistencia en España se estancó y las noticias que ya se tenían de la sublevación de negros en Haití y su posterior declaración de Independencia en 1804 eran inquietantes, los mantuanos caraqueños, es decir, los blancos criollos pudientes alrededor del cabildo, lo que hoy equivaldría a un consejo municipal, se decidieron actuar. Al mando de la Capitanía General se encontraba don Vicente de Emparan, víctima principal del complot para derribarle bajo la acusación de “afrancesado”. El golpe de Estado se consumó un Jueves Santo, y cuando Emparan mandó a las milicias a reprimir a quienes osaban atentar contra la autoridad legítima, estas les desobedecieron porque fueron compradas con promesas de ascensos y mejorías sustanciales en el sueldo. Emparan y los jueces de la Real Audiencia, lo que hoy equivaldría a nuestro TSJ, fueron montados en un barco en el puerto de La Guaira con destino al exterior.
La representación “democrática” y “popular” del 19 de abril de 1810 es una construcción político-ideológica posterior a los sucesos. Ni hubo balcón y mucho menos asamblea popular para echar a Emparan de un cargo ejecutivo casi omnímodo de acuerdo a las prácticas de la época. Los conjurados bien sabían que se metían en un terreno minado del que pretendían salir inmunes. Para calmar sus consciencias la nueva junta de Gobierno surgida, a imitación de las que ya habían aparecido en España, llevó el ostentoso título de: Conservadora de los Derechos de Fernando VII.
Es por ello que se equivoca nuestra historiografía al otorgar al 19 de abril de 1810 un significado pro independentista o “revolucionario” (Wikipedia comete este grueso error) cuando en realidad fue un movimiento autonomista estrictamente reaccionario de parte de la élite mantuana procurando resguardar sus intereses de clase ante unas circunstancias que amenazaban sus privilegios.