En esta sociedad, en la que cada vez más personas tienen acceso a más información, hacen falta que sean más los que trabajemos en el cambio de paradigma en cuanto al discurso, para ayudar a visibilizar más a los que se interesan de verdad por su equipo de trabajo bajo circunstancias insólitas
Desde tiempos memorables la actividad comercial ha definido y motorizado la civilización humana, generándose a partir de esta dinámica, “progresos”, “avances”, y la verdad sí, principalmente de las recaudaciones de impuestos de los comerciantes, los gobiernos del mundo han podido abanderar presupuestos, obras e inversiones traducidas en puentes, kilómetros de vías, concreto armado, para erigir innumerables edificios que perfilan los “skylines” de múltiples ciudades, cuantiosas inversiones en infraestructura médica, industrial y de innovación; unas que han sido posible con la fortuna petrolera como la nuestra, otras no tan privilegiadas, pero independientemente de la vocación de la sociedad, si es ganadera, portuaria, nos encontramos en lo común: el privado, el inversionista, el empresario, el emprendedor, en una constante actividad comercial, adoptándose por momentos el rol del comerciante.
Ese comerciante que no busca abanderar sus logros como logros políticos, sino como bienestar y herencia a familias, más allá de las suyas. Ese gerente, empresario, cabeza de negocio, requiere de una conciencia del rol, que entendió la nueva concepción de liderazgo, de estructuras organizacionales verticales con un jefe, a unas más horizontales y “participativas”, ocupándose de empoderar a sus colaboradores, porque ¡son equipo! También entendió que el sentido de pertenencia no solo viene bordado con el logo en el uniforme, sino producto de vivir la experiencia completa, las dimensiones del negocio.
Se hace vital cambiar el discurso, ¿a qué me refiero? En esta sociedad, en la que cada vez más personas tienen acceso a más información, hacen falta que sean más los que trabajemos en el cambio de paradigma en cuanto al discurso, para ayudar a visibilizar más a los que se interesan de verdad por su equipo de trabajo bajo circunstancias insólitas, en un contexto tan complejo como el que vivimos; hace imperioso trabajar, para que esos pocos tiranos o colaboradores flojos, no determinen el cien por ciento de las aseveraciones, porque ¡no son ciertas!
Es por esto que les presento un lugar común, lejos de la queja, cerca de la realidad en la que coincidimos todos: la del intercambio de bienes, productos, servicios, beneficios, buenos momentos, proyectos, experiencias, anécdotas, buena vibra, oficio, disciplina, honestidad, orden, disfrute, valores, ciudadanía. Amparados en la definición más pura que da origen al comercio; esa que desde finales del neolítico, se fundamenta en la observación de una necesidad a ser satisfecha y otros que noblemente cultivan, cosechan, cazan, crean, transforman y reinventan respuestas o soluciones a esas necesidades. ¿Cuándo no hemos estado en cualquiera de las anteriores, para satisfacer o ser satisfechos? Sintámonos parte viva del comercio, del intercambio diario, ese que hace posible, ha hecho posible y hoy más que nunca, necesita hacer posible la inversión masiva, sana, lícita, que construya credibilidad. ¡Todos somos comerciantes!