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La comunidad internacional consciente de la existencia de delitos que afectan a la humanidad en su conjunto, desarrolló el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional con el objeto de consagrar allí los crímenes contra la especie humana. Esta dignidad incluye la libertad personal física y espiritual, el derecho a profesar cualquier religión y practicar su culto y expresar libremente sus pensamientos. La integridad física implica el derecho a los bienes esenciales, a la vida sana y noble en los ámbitos social y político.
Un crimen de lesa humanidad, es aquel que ofende los principios generales del derecho y tiene repercusiones más allá de las fronteras nacionales, por tal razón, la justicia internacional ha escalado desde los estatutos de Núremberg, Tokio y la Ley 10 del Consejo de Control, en la Segunda Guerra Mundial, pasando por los de Yugoslavia y Ruanda, hasta llegar a decantarse con el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Los primeros en ser juzgados por esta corte fueron los comandantes militares Rudolf Hess, Joachim von Ribbentrop, Wilhelm Keitel, Karl Doenitz, Erich Raeder, Baldur von Schirach y Fritz Sauckel, entre otros. Hermann Goering, Mariscal y sucesor in pectore de Hitler, fue hecho prisionero por el ejército americano y juzgado por el Tribunal de Núremberg, que lo condenó a muerte; se suicidó la noche antes de ejecutarse la sentencia. Rudolf Hess, mano derecha de Adolf Hitler, se quitó la vida a los 93 años, ahorcándose con un cable eléctrico. Joachim von Ribbentrop fue condenado a muerte y ejecutado.
Wilhelm Keitel, alegó que solo cumplía órdenes y pidió ser fusilado como correspondía a su rango militar; esta petición fue denegada y murió en la horca. Karl Dönitz fue juzgado y condenado a 10 años de prisión, por crímenes de guerra y contra la paz. Erich Raeder, culpable del cargo de crímenes contra la paz fue condenado a cadena perpetua. Baldur von Schirach fue condenado a 20 años de prisión. Ernst Friedrich Christoph “Fritz” Sauckel, fue uno de los doce condenados a muerte durante los juicios.
No sé porque siento que estos juicios que he reseñado son solo una parte de la historia; falta mucho por ver, ya que, en diversos países del mundo, incluyendo a Venezuela, se siguen cometiendo hechos abominables contra la humanidad y en mi opinión, hay muchos actores, civiles y militares, que por acción o por omisión, son candidatos seguros a sentarse en el temido banquillo de la Corte Penal Internacional.