Unas
El día que más temía Denith Zabala, madre Freidy Eduardo Castro Zabala (14), llegó. Ahora tendrá que recorrer 20 kilómetros para poder ver la tumba del menor de sus hijos a quien mataron el pasado miércoles en la mañana en la cancha del liceo Baralt de Maracaibo. Ella apenas y podía sostenerse en pie para seguir el cortejo que llevaba el féretro hasta la avenida Guajira, donde tomaría rumbo al Cementerio de Santa Cruz de Mara.
No era la única que sufría. Una compañera del joven irrumpió durante la mañana al velatorio para llorar la pérdida de quien fuera su amigo desde primer año de bachillerato. La muchacha abrazaba el féretro y recostaba la cara vidrio mientras lloraba y gritaba al Todopoderoso. “Dios mío ¿Por qué? Yo intenté voltearlo, pero los tipos esos se vinieron encima y salí corriendo”. Zabala intentaba voltear para consolarla, pero tras dos días sentada a un lado de la urna, sus fuerzas la habían abandonado.
Cuando los medios intentaron acercarse a la madre de la niña esta la tomó por un hombro a su hija y la resguardó en un cuarto por temor a que su imagen fuera capturada por las cámaras, algo que la ley venezolana prohíbe tajantemente. Los pariente de Castro comentaron que la joven pasaba por un trauma que apena le permitió salir para despedir por última vez a su amigo. “La joven vive atemorizada. No quiere salir. Tiene mucho miedo de lo que está pasando”.
Los familiares del estudiante explicaron que esa mañana Castro caminaba cinco niñas y un niño en el momento que pasan por la cancha el “Jok” y sus cómplices, los interceptaron armados. El delincuente apuntaba en la cabeza a Freidy y su compinche coloca un cuchillo el cuello y un arma en la costilla del otro muchacho. “Freidy intentó mediar les dijo que iba a entregar todo y tanto él como sus compañeros empezaron a soltar sus cosas”.
“Jok” no acepta las pertenencias de nadie. En vez de eso da un paso más adelante con el revólver levantado a la altura de la pecho de Castro y lo amenazó para que se callara. “ “Jok” le dijo: ‘Vos sabéis lo que yo quiero’ ”. A la luz de los hechos ahora se presume que los delincuentes querían hacerle daño a una de las jóvenes.
En ese momento, el estudiante se colocó la mano en el pecho para preguntar, pero antes de hacerlo recibió el tiro y murió.
Entregada
Aunque el entierro se aplazó la actitud de Zabala no cambió. Solo se levantaba del mecedor de entramado amarillo para bañarse o cambiarse. No se separaba del féretro más de cinco minutos. En los dos días que duraron las exequias de su hijo solo ingirió líquidos. Esto causó mella en su estado de salud debido a que sufre de migrañas y de la tensión.
Para todos los presentes tal comportamiento era entendible. Muchos describieron a Freidy como “su surrapita” en referencia a que era el menor de sus cuatros hijos. Luchó para levantar a cada uno de sus muchachos y hacerlos hombres de bien.
“Ella llegó hace 27 años de Plato, Magdalena en Colombia con los hermanos mayores de Freidy”, comentó un familiar. Desde entonces trabajó duro hasta que conoció a Freddy Castro, el padre del occiso de quien se separó hace 10 años.
La afligida madre compartió su tiempo de madre, padre y ama de casa con una tienda que está al lado de la vivienda donde vive. Así pudo mantener a sus muchachos hasta hace un año que tuvo que cerrar por la inseguridad que se vive en el sector Brisas del Norte y por la escasez de productos. Ahora muchos se preguntan cómo sobrellevará la pérdida. Sus familiares solo piden que se haga justicia y oran que ella recupere las ganas de vivir tal y como su hijo siempre le agradó verla.