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“Dios es un nombre de semántica sanguinaria”. Quintín Racionero
Norberto Olivar es un provocador dedicado y perseverante; simpatizante de una concupiscencia sobria, entre elegante y bizarra, y de una bohemia ya decadente en pleno siglo XXI, donde algunos amigos con inquietudes literarias e intelectuales de diverso signo, se reúnen en unos cónclaves medio clandestinos en un lugar de Maracaibo, convertido ya por Norberto Olivar y su imaginario literario, en toda una referencia mítica: Irama.
También fue un escritor tardío, aunque muy terco. Intuyó sus talentos hacia la escritura y los sobrepasó porqué descubrió que su felicidad reside en los misterios del lenguaje y en la irreverencia de la imaginación: “Los hechos no son hechos hasta que son escritos. Las palabras ordenan el mundo”. Hoy, conforma el firmamento de los escritores más reconocidos de Venezuela y con una proyección internacional innegable. La reedición este año de su más celebrado libro: “Un Vampiro en Maracaibo” (2008) por parte de la editorial Bruguera lo instala insospechadamente, en una Venezuela aislada del mundo, en un referente positivo e inspirador entre las ruinas y escombros actuales.
Norberto Olivar entiende a la historia como un tipo de literatura total; una ficción capaz de reinventar la realidad, y entre la duda y certidumbre, procurar que sus lectores siempre estén pensando desde un asombro cuyas estelas platónicas son innegables. Investigador frustrado de la historia “científica”, de la cuál es considerado un hereje, se ha dedicado a desmitificar con sabiduría enciclopédica el inframundo marabino logrando diseccionar tantos mitos como le es posible. Norberto Olivar es un burlador responsable desde una prosa cuidada y revisitada al estilo del mejor orfebre. Sus influencias son dispares y ambiguas, como la de los consagrados Jorge Luis Borges o un Enrique Vila-Matas sin desdeñar a los autores marginales, por los cuales, tiene una especial predilección.
Perseguidor de fantasmas, vampiros, muertos vivos, extraños exorcismos y otros demonios, dice, no creer en ellos. Aun así, sabemos que es un bluff (“engaño, desilusión, fanfarronada, baladronada, jactancia, apariencia, bravata, farol”) para mantener en vilo a sus lectores y amigos desde la intriga policial que sirve de arquetipo a la mayoría de sus libros. Además, de lo contrario, no se hubiera podido interesar, recientemente, en el libro del Dr. Ernesto Bonilla: “Ciencias Médicas y Espiritualidad” (2011), dónde éste reconocido científico de LUZ, intenta abordar racionalmente las manifestaciones espirituales de una posible existencia después de la muerte.
“Un Vampiro en Maracaibo” termina siendo una parábola sobre el mal y una disquisición filosófica, entre el sarcasmo y lo lúdico, de las angustias terrenales humanas y sus preguntas impertinentes a un Dios que se niega a responder desde un silencio omnipotente. También es un libro autobiográfico en clave cinematográfica. No por casualidad, ya está siendo adaptado al mismo cine.
Sin la menor duda, he disfrutado mucho más esta relectura hoy, que cuando el libro me fue obsequiado por su autor en el año 2008. Desde “las diferencias escatológicas y fantasmales” hemos sido capaces de mantener una amistad rica en discusiones sobre el cine, la historia, la política y la literatura. Es un privilegio conocerle.