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Mientras el régimen de Nicolás Maduro acentúa su autocracia totalitaria, violando descaradamente la soberanía popular desde el punto de vista económico, Venezuela vive la mayor catástrofe económica que ha visto este hemisferio. Hoy, la dimensión económica de Venezuela es 35 por ciento menor a la que teníamos en 2013 y el producto per cápita es 40 por ciento menor ubicándose a niveles de 1952. Hemos perdido entonces 65 años.
Tenemos la inflación más alta del mundo. El incremento de precios de las últimas cuatro semanas, representaría al año, según R. Hausmann, una inflación anual de 23 mil por ciento. Cincuenta por ciento de las familias venezolanas comen menos de tres veces al día. La pobreza afecta ya al 82 por ciento de los venezolanos, que hasta de peso corporal han disminuido. Al dólar libre, el sueldo mínimo de los venezolanos no pasa de 36 dólares al mes, con tendencia a bajar. Hemos llegado al límite que mide la pobreza en el mundo.
La reducción de las importaciones desde 2012 es de 80 por ciento. El recorte de divisas al sector privado es de 90 por ciento desde 2012. Vivimos la peor estanflación experimentada por un país en América Latina. En 2017 se estima un decrecimiento del PIB de 16 por ciento, que se acentuará en 2018 si no hay un cambio de rumbo. Esta situación para Moisés Naim “no es sostenible”.
Experimentamos entonces una crisis estructural tan grave, que se pone en duda su continuación. Padecemos una enfermedad cada vez más aguda en las relaciones de propiedad, producción, asignación y reproducción de la riqueza nacional. Lo de Venezuela no es una simple recesión, sino una catástrofe estructural, un caos económico que tiende a agravarse si la sociedad venezolana no reacciona debidamente. Estamos recogiendo los frutos indeseables del socialismo del siglo XXI, con su carga de ineficiencia y odio a sus adversarios. Requerimos urgentemente un cambio de modelo político y no simplemente de gobierno. Se requiere para ello la ayuda de países amigos, cuando tenemos la peor posición internacional desde 1903.
Estamos al borde de la cesación de pagos de la inmensa deuda que hemos contraído, en medio de sanciones internacionales. Experimentamos la peor catástrofe económica de un país en tiempos de paz, gracias a la posición equivocada de un régimen, empeñado en acabar con la libertad económica y el mercado en pleno siglo XXI. Cuando conmemoramos un siglo del prolongado fracaso del socialismo marxista-leninista en todo el mundo, en la patria de Bolívar en medio de los mayores fracasos y penurias, es inaudito que se pretenda revivirlo de espaldas a la historia. El cambio de régimen y de modelo político en Venezuela es urgente. Después vendrán las salidas electorales justas y transparentes. Por ahora estas son simples quimeras.