Una marcha más para un tigre

Nos acomodaremos la cachucha tricolor ya descolorida por el uso y saldremos con la entereza de los esperanzados, en la búsqueda de respuesta a los sueños inconclusos

Dicen que será histórica, inédita y planificada, atiborrada de ciudadanos y colmada de expectativas. Que será la consagración popular, para acelerar los procesos y devolverle la solemnidad a un pueblo, de cuyos derechos ya no queda ni el polvo. 

Ahora la bautizaron como la Toma de Caracas, la mayor de las movilizaciones, la verdadera batalla por el cambio y con claros objetivos de organizar a los simpatizantes de la oposición, ejerciendo presión para que el revocatorio y las elecciones regionales se concreten en 2016.

Me reconozco un drástico adepto a no seguir marchando. Pese a tener una serie abultada e incesante de recorridos callejeros para exigir mis derechos en estos casi 20 años de agonía comunista, mi discrepancia por esta vía se elevó, al siempre llegar a mi hogar tras el recorrido, con un sudor copioso y observar en la misma parsimonia a un gobierno sin recatos.

Pero mi inercia e incredulidad en este tipo de eventos cambió con la última perorata de la presidenta del CNE. En su gran teatro de las vanidades, cuando apareció en escena con el mismo semblante, ceremoniosa y con su aire fatal de estar acostumbrada a atesorar el interés colectivo, echó al traste con la esperanza del revocatorio, pues ni en la calculadora más optimista dan los números para efectuar el plebiscito este mismo año, permitiendo enganchar a este nefasto mandato hasta finalizar el período. 

¿Realmente existe verdaderamente la posibilidad de un revocatorio con unas instituciones judiciales y electorales apegadas en el abuso a este destartalado Gobierno? La respuesta a este muladar de la supervivencia está en la inflexible, portentosa y frenética voz popular, revestida de la valentía incomparable de quienes ansían justicia y el acomodo de lo altamente descompuesto; desenroscar a los fascinerosos de la opulencia del poder y apagarles ese vicio de la fachada democrática, así como sus discursos de defensa de un pueblo sacrificado por ellos mismos, pues la idea es hacer causa común por el retorno de la libertad y los valores.

Nos calzaremos los zapatos más gastados. Nos acomodaremos la cachucha tricolor ya descolorida por el uso y saldremos con la entereza de los esperanzados, en la búsqueda de respuesta a los sueños inconclusos; pletóricos de fe pese a las adversidades y las aflicciones sembradas con el engaño. Seguramente sigamos contaminados por la certidumbre de que pronto cambiará la situación nacional. O tengamos el irremediable empeño de devolvernos la felicidad de hace unas décadas, cuando insistíamos en una transformación y no estábamos tan mal. Ahora volvió a girar la ruleta, a la espera de que salga el número de la suerte para nuestra amada Venezuela. 

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