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El incremento salarial es un tema recurrente en las conversaciones de hoy día en Venezuela. El férreo control de divisas, vigente desde 2003, ha devaluado el bolívar en un 60 % en los primeros tres meses del año por lo que su impacto en la inflación es bestial y trasladado al costo de la vida hace prácticamente imposible que la mayoría de la población puedan siquiera comprar los alimentos básicos, pues la sinceración compulsiva de los precios no se hizo esperar. El Gobierno reconoce que la devaluación es necesaria para ajustar el mercado de las divisas a la realidad nacional; es un “período de ajuste inflacionario”.
Detrás de los fríos números que no atienden ni entienden el alma del pueblo; sus temores, decepciones e insatisfacciones, está la mano de un gobierno que no quiere reconocer y parece no importarle, el sufrimiento de una gente que ilusionada lo llevó a gobernar, hecho que cuestiono, por cuanto no supo o quiso aplicar medidas eficaces y oportunas para evitar la debacle económica que padecemos y el sufrimiento infringido a quienes dice querer.
Por si fuera poco, la baja en el precio del barril petrolero, con tendencia alcista en la actualidad, y la diatriba política exacerbada al máximo, actúan como catalizador del ambiente sombrío que existe en el país, con unos silencios con sabor a protesta y unas explosiones sociales focales que anuncian tiempos difíciles porque el desabastecimiento de alimentos y medicinas tienen carácter de crisis humanitaria al no haber disponibilidad de dólares para importarlos, golpeando duramente a las clases menos favorecidas económicamente, que ni siquiera tiene el consuelo de ver atendidos con solvencia sus problemas sanitarios.
Al situarnos en el ámbito universitario, la situación no es mejor porque somos trabajadores que sentimos y padecemos como el resto de los venezolanos y la política de shock gubernamental ha rebajado nuestra calidad de vida, especialmente a quienes se ubican en lo mas bajo de la escala salarial. Con base en el Convenio Colectivo para el sector, firmado en 2015, con inequívocas cláusulas suicidas cuyos efectos no era difícil de predecir, el Gobierno nacional incrementó los sueldos en 54 %. Una cantidad significativamente inferior a la inflación calculada para estos meses del 300 %. El prometido incremento de otro 20 % para septiembre, tampoco es suficiente para, al menos, nivelarlo con la inflación.