Viajar te hace más feliz e inteligente

Foto: Archivo

Hay cosas que aprendes cuando viajas que de ninguna manera podrías haber sabido permaneciendo en casa. Y no hablamos de asuntos como conocer los mejores vinos de cada región italiana o descubrir a qué huelen las calles de París, sino de algo mucho más profundo

Te das cuenta, por ejemplo, cuando logras comunicarte por señas con alguien del extranjero, cuando eres capaz de planear una ruta alternativa en el metro de una ciudad que no conoces o, cuando, después de varios días observando un comportamiento que te resulta extraño en los lugareños, consigues dilucidar qué significa. Entonces, enlazamos la idea de viajar con la de sentirnos más inteligentes. Pero ¿es una sensación infundada o real?

La sensación de sentirnos más inteligentes tiene mucho de real. Hay estudios que lo corroboran, plantea el portal Traveler.es. Uno es de la Kellogg School of Management, en Illinois. Los investigadores notaron que los estudiantes que habían vivido en el extranjero tenían más probabilidades de resolver un problema creativo complicado que aquellos que nunca habían salido de su país. El trabajo concluía que “la experiencia de otra cultura dota al viajero con una valiosa apertura de mente, haciendo más fácil para el mismo darse cuenta de que una misma cosa puede tener más de un significado”.

En la misma línea van las investigaciones de la Singapore Management University, que evidencian también que las personas que más experimentan otras culturas son más capaces de generar ideas creativas y de establecer enlaces más inesperados entre conceptos, reseña El Nacional.

Pero ¿podría ser que lo que suceda es que quienes están inclinados a viajar son más creativos de por sí? Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Florida, no. Durante el mismo, se repartieron tareas que requerían de pensamiento creativo para ser resueltas a tres grupos de alumnos/as: a los que ya habían estudiando fuera, a los que estaban planeando hacerlo y a quienes no tenían pensado salir del país. ¿La respuesta? Aquellos que habían viajado consiguieron mejores resultados que los otros dos grupos.

El hecho de estar en contacto con otros ambientes, personas o culturas diferentes aumenta también nuestra mente abierta y tolerancia ante nuevas situaciones. ¿Consecuencia final de todo lo anterior? Que nuestra capacidad para resolver problemas aumenta de manera significativa. Asimismo, el psicólogo español Jaime Burque añade: “Además, el viajar nos llena de fortalezas psicológicas como la humildad, la creatividad,  la apreciación de la belleza, la curiosidad o la pasión por aprender, lo que hace que nuestro cerebro se vuelva una esponja, asimile al máximo y esté abierto a nuevas experiencias en la vida. Por otro lado, el hecho de viajar puede aumentar nuestra atención plena a cada momento presente, lo que se traduce en que la computadora de nuestro cerebro esté al 100% en cada situación, exprimiendo al máximo sus capacidades”.

“Viajar también disminuye miedos y estrés, por un lado, y por otro, nos relaja y nos hace estar alegres, provocando que nuestro balance emocional (la proporción de emociones positivas que tenemos al día por cada emoción negativa) aumente. Cuando aumenta, se dice que las personas “florecen”, como si de plantas se tratase. Así, se produce un efecto dominó en todas las áreas de nuestra vida, también a nivel cognitivo, con un aumento de capacidades como el rendimiento, la creatividad y el análisis de problemas. Por último, viajar también aumenta nuestra perspectiva y nos ayuda a relativizar y, por lo tanto, a analizar con más objetividad las circunstancias que nos rodean”, según Burque.

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