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En la historia de la humanidad, siempre los pueblos han tenido su momento crucial; circunstancias que se expresa con características de crisis terminal. En todo caso, la solución ha comenzado con la decisión de hombres y mujeres, jóvenes y adultos, de enfrentar las causas de la dimensión de la tragedia. En cuantas experiencias de esta índole han puesto en peligro el presente y el futuro de la gente y de sus familias, la reacción de la sociedad afectada ha sido un propósito de vida o muerte. Por supuesto, los pueblos han optado por garantizarse la vida -y con buena calidad- y alejarse, cuanto sea posible, de la muerte.
Los venezolanos, todos y sin diferencias de ninguna naturaleza, estamos confrontando hoy, probablemente, un difícil y dramático momento. Una trágica coyuntura con algunos visos estructurales que, de continuar, Venezuela corre un riesgo cierto de convertirse en uno de los países más pobres del planeta. Nunca nosotros (los venezolanos) estuvimos al borde de un peligroso episodio de hambre generalizada como ahora.
Es obvio que hemos pasado mucho tiempo buscando a un culpable. Tan irresponsable ha sido nuestra búsqueda, que más de una vez le “acomodamos el muerto” a Colón, a los españoles, a los gringos, a los países desarrollados, etc. Es decir, los culpables los ubicamos bien lejos de los que actualmente tenemos la responsabilidad de actuar con más acierto. ¡Somos nosotros quienes hemos permitido el naufragio del cual estamos obligados a sobrevivir!
Podríamos decir, con la seguridad de que todos vamos a sentirnos incluidos, que en nuestro país, a pesar del crónico mal que padecemos, disponemos de un instrumento apropiado que permite la participación de todos, en la apertura de un camino amplio e iluminado, que puede conducir a un cambio que satisfaga al pueblo en general; sin que dicho cambio afecte a ningún sector de la nación.
Ese poderoso instrumento que tenemos en la mano, es el voto; y solo cada uno de nosotros podemos utilizarlo bien o mal. En ese momento, cuando estemos frente a la máquina de votación, es cuando decidiremos si damos un paso al frente, o seguimos siendo culpables de nuestras propias penurias. El dilema está planteado: votamos o pelamos.