“Yo no fui”

En este contexto y según la perspectiva del régimen, los problemas del país son culpa de los que hacen las cosas por dinero, los odiados capitalistas

No hubo sorpresas, pasó lo que tenía que pasar. Era impensable que el decreto de emergencia económica fuera aprobado por la AN, en las condiciones en que fue presentado. Es un adefesio que no presenta una coherente política económica. Tiene unas peligrosas medidas de control extremo y la limitación de las garantías constitucionales económicas, un contrasentido si se desea incentivar la producción y exportación de productos y generar confianza para que los inversionistas internacionales vuelvan su mirada hacia Venezuela, aislada del contexto económico mundial y urgida de esos capitales. 

Así como Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, un mundo sin privaciones y felicidad plena, por sus deseos que se contraponían a los del Creador, de igual manera se han manejado los gobiernos de los últimos 17 años. Una “moderna religiosidad paradisíaca” (José Benegas), según la cual en el paraíso que era Venezuela solo cabían los que comulgaran con el “socialismo del siglo XXI”. Mientras el precio del barril de petróleo se mantuvo alto, todo fue sobre ruedas, aunque el modelo lentamente se iba a pique. Sin embargo, cuando de golpe y porrazo el paraíso se convirtió en un erial, la culpa no fue del Gobierno sino de la población, por la ambición de tener e ir contra los deseos del Presidente de la República, que nos proveía de todo. 

Al llegar la época de las vacas flacas, la situación económica se hizo insostenible. Ya no había dinero para gastarlo a manos llenas ni para la comida, que es importada; así como para cumplir con las dádivas, mimetizadas en misiones sociales, que si bien son un paliativo a la problemática de la pobreza, en nada contribuyen a la conformación de una fuerza de trabajo productivo, solo sirven para mantenerlos pobres y dependientes del Gobierno. 

En este contexto y según la perspectiva del régimen, los problemas del país son culpa de los que hacen las cosas por dinero, los odiados capitalistas, y por ende, hay que eliminarlos porque al ser enemigos de un gobierno benefactor de los pobres, lo son también del pueblo. He allí algunas de las razones para decretar la emergencia económica, la jugarreta perfecta para expoliar de manera legal al sector privado y de paso comprometer a la AN, apruebe o no la emergencia. Todavía no hay soluciones eficaces a la problemática estructural de la macroeconomía, las cuales pasan por desmontar el modelo fracasado y el diálogo sin cortapisas.

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