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Un ataque contra una base del Ejército en Afganistán causó ayer la muerte de al menos medio centenar de soldados y diez talibanes, en lo que es la primera acción insurgente de envergadura en el país desde que hace una semana Estados Unidos arrojó el proyectil GBU-43, apodado "madre de todas las bombas".
El ataque, que se prolongó durante seis horas, comenzó poco después del mediodía, cuando los soldados salían de la mezquita tras las oraciones del viernes, en un cuartel situado en el distrito de Dehdadi, en la provincia septentrional de Balkh.
"El número de (soldados) muertos ha superado los 50 y el de heridos es ahora de 73", dijo a EFE un comandante del Ejército afgano que pidió el anonimato, y añadió que el total de insurgentes abatidos asciende a 10.
Zabihullah Kakar, miembro del Consejo de la provincia de Balkh, aseguró a EFE que al menos "66 miembros del Ejército murieron y 73 resultaron heridos". Sin embargo, el Ministerio de Defensa afgano ha evitado dar cifras concretas sobre el total de víctimas.
Un portavoz de ese ministerio, Dawlat Waziri, que en un principio había informado a EFE de que la cifra de militares fallecidos era de ocho, aseguró en nuevas declaraciones que "el número de muertos y heridos será anunciado tras completar la investigación".
"Desafortunadamente, también tenemos muertos y heridos", anotó sin dar más detalles, tras situar en nueve el número de insurgentes muertos en el ataque: dos de ellos tras inmolarse y siete en los tiroteos con las fuerzas de seguridad, aunque anotó que otro más, décimo, se encuentra retenido con vida.
Un portavoz de las fuerzas especiales del Ejército afgano encargadas de neutralizar a los atacantes, Javid Salim, confirmó que los talibanes aprovecharon el momento de las oraciones del viernes para iniciar su ofensiva y remarcó que la situación está "bajo control", con todos los talibanes muertos.