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Mientras Bob Dylan envía su discurso para ser leído en una inmemorial y poco usual ceremonia -pues todavía no tiene claro si se ganó por derecho el Premio Nobel de la música o el Grammy de la literatura-, en nuestro país otra carta ha tenido al Presidente en el umbral encendido de la exasperación.
Cuando su agotado discurso se discurría en que nadie se moviese de su asiento en esta dispar mesa de diálogos balbuceantes, le llegó al mandatario nacional una carta confidencial. Esta carta tal vez tendría aroma de incienso, la ortografía directa del exigente y la pulcritud precisa del respeto a la palabra. A sabiendas que la soporífera mesa de diálogo era una artimaña de desconsuelos, el Vaticano como sabio mediador decidió sin tantos entreveros complicados, demandar por cuatro hechos hartamente discutidos por las partes, aunque forzadamente olvidados por un Gobierno que sólo sabe hundir sus engaños en la seriedad ejecutiva de la oratoria política.
El emisario del Papa no es de los que gana tiempo tragándose como por sorbos la perorata de un Gobierno sin argumentos, por ello decidió sin la prudencia aburrida de las farsas sutiles, ir directo al grano y precisar por el cumplimiento a buen modo de: la toma de medidas para el ingreso de alimentos y medicinas para aliviar la crisis humanitaria; el acuerdo de un cronograma electoral; la restitución de las competencias de la Asamblea Nacional como lo establece la Constitución y la liberación de los presos políticos.
Tal lista de exigencias se convirtió en una ofensa sin reparos para este régimen. A pesar de no abandonar las buenas maneras de entablar su mediación, el enviado del Vaticano con la severidad de su investidura institucional, les dejó claro que nadie les ve la cara de ingenuos y que en última instancia apelará más a la cordura y al respeto, que al retorcimiento de la conciencia de unos gobernantes que perdieron su temor al pecado hace mucho tiempo.
Por ahora no habrá más cartas por este año para un Nicolás que no tiene nada de santo. En estas navidades recibiremos las nuevas monedas de monopolio con las imágenes demoníacas que el Gobierno nos tiene acostumbrado, siendo las fiestas más menguadas en décadas. Pero no puede abandonarse la fe, pues una estrella resplandeciente de esperanza y cambios se posará en el establo de este país, más temprano que tarde. Así son de complejas las decisiones de Dios.